El Salvador es uno de los países con mayor índice de población presa de Latinoamérica. Una de las principales causas es la criminalidad asociada a pandillas como la Mara Salvatrucha o Barrio 18. El 7,2% de los 36.500 reclusos de este país son mujeres. Este reportaje fue realizado en colaboración con el Centro Pulitzer.
Una vez que pertenecen a la pandilla comienzan a ejercer ellas la violencia. Pasan de víctimas a victimarias. Frecuentemente terminan en la cárcel y cuando salen lo hacen estigmatizadas y sin una red de apoyo oficial o familiar, por lo que son propensas a delinquir de nuevo. Polaris (nombre ficticio) abraza a sus hijos en un piso franco de la Mara Salvatrucha, en San Salvador en febrero de 2021. Ella es miembro de la pandilla desde los 13 años. De pequeña, contó, su padre la golpeaba y un vecino la violó. Sus misiones para la banda consistían en entregar drogas o armas en la frontera con Honduras. Fue detenida una vez por la policía, pero no fue declarada culpable.Ana María Arévalo GosenMi proyecto Días eternos trata sobre el mundo de las mujeres presas en Latinoamérica. Lo empecé en 2017 en mi país, Venezuela, y en 2021 lo extendí a El Salvador. En las cárceles salvadoreñas un gran número de reclusas vienen de hogares rotos y en su adolescencia se metieron en pandillas para suplir ese vacío. En la imagen, presas del sector D de la cárcel de Ilopango (El Salvador), en marzo de 2021. En esta zona del penal están únicamente reclusas que han pertenecido a pandillas. Estas mujeres no han recibido visitas en tres años y solo pueden salir de la celda una hora al día.Ana María Arévalo GosenCárcel de Ilopango, sector B, donde se encuentran quienes entran en prisión preventiva. La imagen, de marzo de este año, fue tomada desde el agujero de los aseos de una celda; al fondo, las presas lavan sus platos después de comer.Ana María Arévalo Gosen (dist name)La Osa, de 41 años, en un piso franco de la Mara Salvatrucha, en San Salvador en febrero de 2021. Se metió en la pandilla a los 15 años. Ha estado detenida dos veces por posesión de armas y agrupación ilícita. Hoy, con dos hijos, se encarga de hacer las tareas domésticas para los suyos y para otros miembros de la pandilla.Ana María Arévalo GosenUna madre le hace un moño a su hija en el sector materno de la prisión de Izalco. Es el único sector de este tipo en las cárceles salvadoreñas. Esta mujer está condenada a 10 años de cárcel por posesión de marihuana y su condena se cumple en 2029.Ana María Arévalo GosenTaura (nombre ficticio), de 37 años, tras una sesión en un centro de rehabilitación y reinserción de una ONG para personas que estuvieron en prisión. Ella ha sido detenida entre 15 y 20 veces, dijo, acusada de diversos delitos. Estuvo en prisión hasta 2019 por posesión y tráfico de drogas. Usa el programa para aprender barbería. “Quiero trabajar para recuperar el amor y respeto de mis hijos”, contó. La imagen es de abril de 2021.Ana María Arévalo GosenCárcel de Izalco el pasado marzo. Estela recoge tomates en la Granja Penitenciaria. Lleva presa desde 2013. Fue trasladada a este centro por buena conducta. Aquí están mujeres a las que les falta poco para cumplir condena y que en opinión de las autoridades han tenido un comportamiento positivo. Cultivan un huerto, crían animales y pueden salir a ver a sus familias.Ana María Arévalo GosenCunas recién lavadas en el exterior de la sala de maternidad del penal de Izalco. La ley establece que los niños deben ser separados de sus madres presas cuando cumplen seis años. Por lo general, los acoge un familiar o el Estado.Ana María Arévalo Gosen
